Me gustaría comenzar este artículo o reflexión proponiendo la idea de que todos somos luz, que vivimos en un universo de luz y que hay “algo” ahí afuera que también es luz, una luz que nos es regalada en el momento de nuestro nacimiento y en cada amanecer. Luz que incluso nos llega en la noche, a través de las estrellas o el reflejo de la luna, una luz que nos recuerda que somos amados, merecedores de ese amor y que nos capacita para amar a los demás… Y sin la intención de ponerme ñoño, pero también sin el miedo de serlo, sugerirte que esa luz está dentro de cada ser y es nuestra libertad y hasta me atrevería decir, responsabilidad, hacerla presente en cada encuentro y momento de la vida. Formamos parte de diferentes sistemas de relaciones, alguno elegidos y otros no, pero la realidad es que esto implica que influimos unos sobre otros y que tenemos el privilegio de brillar, de iluminar, de sumar luces con los demás, para llegar a ver con más claridad, sentir mas calidez y vivir una vida de calidad.
Según las palabras de Edmund Burke, un antiguo proverbio chino dice: “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”. Es una frase que siempre me ha impactado y que tiene varias lecturas.
Pero cuando hablamos de ser luz, de ilumnar, se nos plantean varias posibilidades, formas u opciones. Os sugiero algunas de ellas:
- Alumbrar: Es cuando permitimos que esa luz que llevamos dentro y que incluso recibimos de un ser más allá de nuestro conocimiento o gracias a nuestras creencias, salga y se emita con el propósito de iluminar el camino a uno mismo, a otros, o a situaciones que así lo requieren. Se puede producir de manera orgánica inconsciente, o de forma intencionada consciente, con el objetivo de hacer ver un camino donde antes no existía o no éramos capaces de ver. Una salida, sonde había un muro, esperanza y sabiduría dónde sólo había incertidumbre y fe donde había desesperación.
Me gusta pensar que la fe es una visualización creativa que implica creer para crear. Y esta fe requiere luz, es imposible que se de sin ella. Además requiere verdad, que lleva como consecuencia la libertad, el ser uno mismo/a, creer en uno mismo/a y conectar con nuestra propia esencia. Esta verdad la entiendo no solamente como ausencia de mentira, sino como autenticidad, coherencia, honestidad, integridad que sólo pueden nacer de un corazón vulnerable, agradecido y con la capacidad de perdonar y ser perdonados, todo ello con el ingrediente o base más importante que es el AMOR.
He experimentado momentos muy críticos en mi vida donde puedo decir literalmente que la luz me ha guiado por caminos “escondidos” que nadie era capaz de ver, ni yo mismo; pero en el momento que alguien alumbró, pude moverme en esa dirección y tomar la decisión más sabia de mi vida.
También he experimentado el privilegio de poder alumbrar a otras personas que lo necesitaban, casi de manera inconsciente, natural, “ecológica”, orgánica… simplemente por estar conectado a la luz.
- Deslumbrar: Hay una definición de la RAE para este término que me encanta: “Alumbrar es producir gran impresión con estudiado exceso de lujo”. Es ofuscar la vista por el exceso de luz. Y es que como bien dicen nuestros mayores, la clave está en el equilibrio.
Cuando pienso en la palabra –deslumbrar-, me viene a la cabeza la imagen del ego, de un cambio de foco, dónde lo importante no es necesariamente dar luz sino dejar claro que soy yo el que está lleno de luz y además quiero que lo veas. Normalmente este tipo de luz suele ser “eléctrica”, artificial, dependiente de demasiadas cosas materiales que tienen más forma o apariencia que fondo. Y es que precisamente cuando somos deslumbrados nos produce una falta de visión, de claridad ante lo que tenemos ante nuestros ojos. Es una luz que ciega, es como cuando vamos conduciendo por la noche y alguien que viene de frente se olvida de quitar las luces largas, nos impide ver nuestro propio camino, nos ciega por unos instantes y hasta puede llevarnos a salirnos de la ruta.
Pero, ¿por qué deslumbramos? Puede haber diversas razones, una de ellas nuestro ego, como mencionaba antes, esa necesidad de hacerme notable ante los demás, en ocasiones con una raíz de inseguridad que me lleva a querer mostrar lo que no tengo, para lo cual me es necesario “cegar” a los demás con un exceso de luz, así no ven cómo realmente soy (falta de auto aceptación).
También deslumbramos porque estamos aprendiendo a ser luz y a emitir esa luz. No hay intenciones malintencionadas en ello, es simplemente un camino de aprendizaje, como cuando un niño está aprendiendo a hablar y no calla.
- Brillar: Esta es muy parecida a la primera, a alumbrar, ambas tienen varios puntos coincidentes y a veces se puede confundir la una por la otra. Pero permíteme que te proponga que brillar quizás tenga que ver más con el resultado inconsciente, natural y a la vez espiritual de ser luz y vivir en la luz. Brillar es aquello que nos hace marcar la diferencia, algo que no se puede comprar. Brillamos cuando estamos tan conectados a la vida y a la luz, que “sin quererlo” nos hacemos uno con ella. Es cuando sobran las palabras, cuando la sola presencia aquí y ahora nos capacitan para ser luz. No es tanto una cuestión de cargarnos de luiz y descargarnos, como lo hace un dispositivo electrónico; es más una IDENTIFICACIÓN con esa luz que ha llegado no sólo a formar parte de nosotros, sino a ser una propiedad y cualidad en sí.
Brillamos cuando sonreímos, cuando amamos, abrazamos, empatizamos, generamos confianza, esperanza, paz; brillamos cuando somos humildes y nos amamos a nosotros mismos/as y a los demás sin juzgar; cuando perdonamos, agradecemos, miramos al cielo…
Y la mejor noticia que puedo daros es que todos y todas tenemos esta capacidad de alumbrar y de brillar, nacemos con ese potencial inherente en nosotros, porque cada uno de nosotros/as somos un auténtico regalo. Es cierto que puede llevarnos un tiempo el descubrirlo y sea necesario recorrer un camino que en ocasiones puede ser difícil, pero te aseguro que en otras es verdaderamente apasionante.
Te animo y me animo a brillar, necesitamos esa luz.
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